martes, 23 de marzo de 2010

GOYA

Goya



"En treinta y uno de marzo de 1746, bauticé yo el infrascripto vicº un niño que nació el día antecedente inmediato, hijo legítimo de Joseph Goya y de Gracia Lucientes, legítimamente casados, habitantes en esta parroquia y vecinos de Zaragoza: se le puso por nombre Francisco Joseph Goya..."
Esta es la primera noticia que se conoce del pintor, que pertenece al libro de bautismo de la iglesia de Fuendetodos en Zaragoza.
Goya es el segundo varón y cuarto hijo de una familia de seis niños de clase media-baja. Todos se trasladan a Zaragoza, donde el padre recibe varios encargos para dorar retablos. En Zaragoza, Goya aprende las primeras letras en la Escuela Pía, perteneciente a los escolapios de San José de Calasanz.
En 1760, con catorce años, entra en el taller del pintor José Martínez Luzán, un amigo del padre de Goya y discípulo de Lucas Jordán, que le enseña los principios básicos del dibujo del barroco italiano mediante la copia de estampas. Cuatro años permanece Goya en ese taller en calidad de aprendiz y simple copista.
Goya viaja a Madrid, en dos ocasiones, para presentarse al premio trienal de la Academia de San Fernando de Madrid en 1763 y 1766. Gregorio Ferro y Ramón Bayeu son los ganadores de esos años, en los cuales Goya todavía no ha alcanzado un estilo personal. Además su temperamento no se ajusta a los fríos temas, que la Academia pide a los aspirantes al premio, que consiste en pagar viaje y pensión en Roma.
Cuatro años de su vida transcurren en la oscuridad. Sin embargo, a pesar de ser escasas las noticias que se tienen sobre Goya en estos años, se sabe que se marchó a Italia por su cuenta en 1770 con 24 años. Allí se presenta al concurso de la Academia de Parma en 1770. También se le atribuyen dos cuadros de tema clásico. Sin embargo su estancia es breve.




En verano de 1771, regresa a Zaragoza, donde pretende abrirse camino, antes de retornar a la capital. La oportunidad llama a su puerta. El 21 de octubre de 1771, la Junta de Fábrica de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza le encarga una obra para la bóveda del coreto. El mural, llamada la Adoración del Nombre de Dios (arriba) por los ángeles, se termina en junio de 1772. A partir de esta obra, le surgen otros encargos. Y así Goya es llamado para decorar el oratorio del Palacio de Sobradiel en Zaragoza.
El 25 de julio de 1773 Goya se casa en la parroquia de San Martín de Madrid, con Josefa Bayeu, a quien Goya llama la Pepa, hermana de dos antiguos alumnos del taller de Luzán y amigos del pintor desde la infancia: Francisco y Ramón. Francisco Bayeu es un pintor importante en aquel momento. Sin duda, las relaciones familiares con los Bayeu le abre nuevos horizontes. Este matrimonio, que pudo ser de conveniencia, va favorecer las ambiciones del joven Goya.
Tras su matrimonio regresa a Zaragoza. El gran encargo en 1774 son las pinturas de la Cartuja del Aula Dei, edificio cercano a la capital zaragozana.


Pintor de tapices







En 1775 se estable en Madrid, donde entra a formar parte del grupo de pintores que hacen cartones para tapices en la Real Fábrica de Santa Bárbara. Los trabajos son supervisados por el famoso pintor neoclásico, Antón Raphael Mengs, pintor de cámara del rey de origen italiano, que a su vez es ayudado por Francisco Bayeu. Seguramente, Mengs, aconsejado por Bayeu, llama a Goya para desempeñar este puesto.
El zaragozano espera por estas fechas ser acogido por la refinada aristocracia con el objetivo de reafirmar su triunfo en la corte. El artista no consigue el puesto de pintor de cámara, vacante tras la muerte de Mengs en junio de 1779, pero en 1780 la Real Academia de San Fernando acepta su candidatura como miembro de la misma. La obra original que Goya presenta, requisito indispensable para ser miembro de esta academia, es el Cristo crucificado (arriba).



Polémica en el Pilar




En 1780 Goya recibe el encargo de decorar la cúpula y las cuatro pechinas de la Catedral de la Basílica del Pilar. El tema elegido es la Virgen, reina de los mártires o Regina martyrum (arriba). Goya termina la obra en 1781, pero la junta de la Catedral critica abiertamente la obra del artista zaragozano. Bayeu expresa a la junta su descontento por los criterios poco academicistas de su cuñado. Finalmente Goya, a disgusto, se adapta a la rígida normativa del estilo neoclásico.
Después de este incidente, el zaragozano regresa a Madrid abatido. Afortunadamente, su estado de ánimo cambia pronto. Carlos III le ordena ejecutar uno de los siete cuadros para la iglesia de San Francisco El Grande. El cuadro se titula San Bernardino predicando en presencia de Alfonso V de Aragón. Es un asunto importante, porque en aquella época los pintores de prestigio competían mediante los cuadros que adornaban los altares de las iglesias.








Con el retrato del conde de Floridablanca (arriba), cuya petición surge del propio modelo, Goya inicia una nueva faceta como pintor. El retrato pasa a ser una de sus especialidades. Cientos de personajes de alta alcurnia pasan por su taller.
Goya recibe también la protección del infante Don Luis, hermano del rey, a quien retrata en diversas ocasiones. Goya veranea dos veces en la residencia del infante, pero la repentina muerte de Don Luis termina con el mecenazgo.
Afortunadamente, en esas fechas, se presenta con éxito el cuadro realizado para la iglesia de San Francisco y, en consecuencia, consigue nuevos mecenas como los duques de Osuna y Medinacelli.



La carrera palatina

Nace su sexto hijo, el único que va a llegar a edad adulta, Xavier Goya y Bayeu, de profesión rentista. Este joven se casa en 1805 con Gumersinda Goicoechea y le da a Goya, al año siguiente, su único nieto, Mariano Goya y Goicoechea.
Su trayectoria pictórica adquiere cada vez más prestigio y le abre nuevas puertas. Así, en 1785, es nombrado teniente director de pintura de la Real Academia de San Fernando y, gracias a las influencias de su cuñado, pintor del rey, el 25 de junio de 1786.
Carlos IV, legítimo heredero de la corona española, sube al trono, pero su esposa María Luisa de Parma, es quien reina realmente. Con motivo de la coronación de los reyes, Goya pinta los retratos de Carlos IV y María Luisa, y como premio a este trabajo, el 25 de abril de 1789, asciende un escalón más en la palacio. Ahora es nombrado pintor de cámara.
Más tarde, en 1793, Goya marcha a Cádiz, donde sufre los primeros síntomas de la misteriosa enfermedad que le va a dejar sordo, y que va a marcar la vida y obra del artista.



La duquesa de Alba

Goya conoce en 1794 a la duquesa de Alba, llamada María Teresa Silva Alvarez de Toledo, XIII. Mucha tinta ha corrido sobre la relación amorosa de estos dos personajes. Es significativo que la duquesa le invitase a venarear con el, y que la retratase en diversas ocasiones en situaciones íntimas, pero nada se puede probar. La relación, no obstante, no debió durar mucho tiempo, dos años a lo sumo.
Además, el 23 de julio de 1802 muere a los 40 años la duquesa de Alba. Una de las opiniones, sobre su misteriosa muerte, es la posible confabulación política de María Luisa y Godoy, para acabar con la popularidad que tenía esta mujer entre las gentes del pueblo.
El 6 de febrero de 1799, Goya termina una serie de 80 grabados, llamada los Caprichos, que vende a 320 reales. Goya, en esta serie, hace algunas referencias a la duquesa y la reina. Aquella es representada como una mujer caprichosa e inconstante en el amor. Por esta razón, principalmente, la Inquisición manda retirar estas estampas.










En 1798, Goya pinta los frescos del interior de la ermita de San Antonio de la Florida, a orillas del Manzanares, gracias a la influencia de su protector y amigo el ministro Jovellanos. El templo fue construido por el italiano Felipe Fontana entre los años 1792 y 1798. Los famosos murales de Goya están situados en la cúpula de esta ermita. El tema que pinta Goya es religioso, pero está tratado como un tema cortesano.
Por fin, en octubre de 1799, Goya es nombrado primer pintor de cámara. Este es el máximo escalafón de la carrera social de un pintor. Todo un éxito, que el artista zaragozano estuvo deseando toda su vida. La obra de esta época es el retrato familiar de la Carlos IV (arriba).



La herencia de la guerra

La Guerra de la Independencia estalla el 2 de mayo de 1808 con la sublevación del pueblo español, en la Puerta del Sol, ante la salida de las últimas personas de la familia real.
Goya permanece en Madrid durante las luchas callejeras del 2 y 3 de mayo. La larga tragedia convierte a Goya, con su aguda pupila, en un insuperable cronista. Toda la destrucción, muerte y odio de esa larga guerra están recogidos en los grabados de los Desastres. El artista, que tiene que desplazarse a diferentes puntos de España para retratar a personajes o situaciones, recorre un país dividido por la guerra.
En 1812, tras la segunda retirada de los franceses, comienza un breve período constitucional en España. El buen presagio político se vuelve amargo con la muerte de la esposa de Goya, Josefa Bayeu.
En 1814, llega Fernando VII al poder y pone fin al período anterior. Goya, temeroso de posibles depuraciones, quiere hacer una demostración pública de su patriotismo con la creación de dos lienzos de grandes dimensiones: el 2 y el 3 de mayo.
Así, tras la guerra, a pesar de haber sido retratista de José I, Fernando VII le repone en su puesto de pintor de cámara, a quien dibuja en 1815. De este mismo año es la serie de grabados de la Tauromaquia.



La quinta del sordo

Goya compra a principios de 1819 una finca, a orillas del Manzanares, que se conoce popularmente como la Quinta del Sordo. Uno de los motivos de esta adquisición es por su ideología de liberal convencido. Por esta razón, comienza en la finca un período de aislamiento del mundo. Allí realiza la decoración de los muros de la casa con sus famosas Pinturas negras, ejecutadas al óleo sobre el yeso de las paredes, y que termina en 1820.
Goya cede, más tarde, esta finca a su nieto, Mariano. A la muerte del pintor y tras varias ventas la casa termina en manos de un varón francés, que manda pasar a lienzo, los diferentes murales. Este traslado y el mal estado de conservación de las Pinturas negras dañaron zonas de los cuadros, que tuvieron que ser restauradas.
En esta época, acompañan a Goya una parienta lejana, llamada Leocadia Zorrilla, como ama de llaves, y sus dos hijos. La niña, Rosarito Weiss, es protegida por el pintor. Se especula con la posibilidad de que Leocadia también fuese su amante y la joven, su hija. Sin embargo, ningún documento lo prueba.



El exilio

El segundo período constitucional de 1820 a 1823 es ahogado por los Cien mil hijos de San Luis, que vuelve a instalar a Fernando VII como rey absoluto. Una nueva ola de represalias comienza, y Goya decide pedir licencia para realizar una cura de aguas en el pueblo francés de Plombières. Se dirige luego a París, y pasa una temporada en Burdeos, con su ama de llaves e hijos.
De nuevo en Madrid, en 1826, pide la jubilación, que le es concedida con el sueldo íntegro, y vuelve a Burdeos, donde vive en el exilio voluntario en compañía de otros liberales exiliados forzosamente como es el caso de su amigo y escritor, Leandro Fernández de Moratín o el poeta, Silvela, entre otros.
Goya muere entre las 12 y las 2 de la madrugada del día 16 de abril de 1828 acompañado de su seres queridos. Su hijo Javier y su nieto Mariano se desplazan hasta su lado en sus últimos días.
El cuerpo del genial artista descansó en el cementerio de Chartreuse, en la tumba de los Goicoechea, hasta que en 1899 se procede a la exhumación definitiva. Goya llega a Madrid y es inhumado en el panteón de la Sacramental de San Isidro. En 1919 se decide su entierro definitivo en San Antonio de la Florida, convertida desde entonces en su panteón y museo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario